Déjame que te cuente Limeña: Pate (III) por Nacho

Pues maravillosamente, Nacho no trae la tercera parte de “Déjame que te cuente Limeña III” el dice que será la última parte, nosotros esperamos poder liarle para que nos cuente alguna experiencia más, entre tanto, disfrutemos con su texto:

Déjame que te cuente, limeña” (y 3)

     El segundo se encuentra ubicado en un local de solera, y conserva su viejo nombre: “La Cueva”, en la calle Cisneros.
      Me lo aconsejó Mil, una encantadora y preciosa jovencita a cuya madre vi llevar comida al pub donde trabaja una vez pues no había tenido tiempo de desayunar ese día; y que consistía en media docena de plátanos, un litro de zumo de naranja recién exprimida y un gran bocadillo de jamón serrano. Un “pequeño tentempié” que le duró tres días a pesar de los ruegos de su madre de que “lo comiese todo”. Así son los peruanos -y “las madres de peruanos”- en lo de comer.
      El encanto del local es una gruta artificial donde se encuentran las mesas, un antiguo refugio contra los bombardeos nazis durante la guerra civil. Afortunadamente no le han reformado ninguno de sus propietarios a lo largo del tiempo lo mas mínimo y conserva intacto su atractivo (a algunos conocidos les da claustrofobia, pero a mi me encanta, para gustos…).
      Lo lleva la familia Martínez, de Lima, siendo Eduardo el encargado de la cocina. Cierra los lunes y allí seréis atendidos por unas amables jovencitas que os explicarán los ingredientes y secretos de cada plato.
      Una de ellas, Daysi, fue la que me contó eso de que “a veces los peruanos comemos por comer” que me explicó lo de la superabundancia de las raciones en tres segundos.
      Si os gusta el pescado podéis degustar desde la JALEA, que consiste en una dorada cortada en tiras y rebozada servida con lima y yuca frita, hasta la PERCA SALTADA que es ese pescado marinado en cítrico con una salsa a base de mahonesa ligera con ajo y comino; pasando por el buen CEBICHE; la LECHE DE TIGRE (si, yo también puse cara rara) que consiste en trocitos del pescado con el que se hace el cebiche con su blanquecino jugo de marinado incluido al que vi añadir a una mujer salsa picante como si no hubiese un mañana; o la PARIHUELA (si, el nombre se las trae), una dorada con una salsa muy rica con gambas, mejillones, cangrejo y magano.
      La carne está sobre todo representada por pollo asado (le encanta y se sirven cantidad de raciones), lomo de cerdo y los curiosos ANTICUCHOS, brochetas de corazón de res a la parrilla servidos con salsa mahonesa con ajo y  un toque de mostaza y patatas cocidas.
      Claro, quien habla de Perú necesariamente habla de patatas, pues fueron ellos quienes nos las regalaron al resto de la Humanidad y literalmente quitaron el hambre a muchas generaciones de europeos. 
      Me contaron que es una pena que aquí no se puedan hacer con las mil y una variedades de ellas que existen allá (en realidad creo que son unas cuarenta), pero se defienden bien con las “delicias de Valderredible” y también se consumen en cantidad.
      Os recomiendo la CAUSA RELLENA, patata prensada que cubre a capas bien atún o pollo. Muy buena.
      De picantes entienden mucho, y personalmente os recomiendo el AJÍ, una salsa que en mi casa ha desbancado a los “Tabascos” que me han acompañado durante décadas pues me parece mucho más sabrosa y, para los más valientes, el ROCOTO. Precaución con él: quema.
      No soy de postres, pero me dijeron que los hacen en el propio local y que se especializan en PAI DE LIMÓN, una especie de dulce a base de limón y clara de huevo.
      En resumen, si tenéis un día gastronómicamente un poco exótico os recomiendo estos dos locales en los que los tragones encontraréis el Paraíso Terrenal y el resto disfrutamos de unos platos ricos de verdad servidos con verdadero cariño por una gente muy amistosa y cordial. 
      Bon appetit!.
NOTA: Si existe algún error en la descripción de los platos se debe a que mi paladar            estaba desafinado en ese momento (como en muchos otros) y nunca al hacer de los cocineros. Tal vez ingredientes se hayan quedado en el tintero y puedan existir pequeños errores el la confección de los platos. Uno no es profesional de esto. Gracias.
By Nacho.

Déjame que te cuente Limeña: Pate (II) por Nacho

Bueno queridos amigos, hemos tenido suerte y Nacho nos trae su segunda parte de “Déjame que te cuente Limeña” Sus visitas a restaurantes Peruanos en Santander. Como digo un placer leerle, de verdad merece la pena:

“Déjame que te cuente, limeña” (2)

      He de decir en principio que los restaurantes de los que os voy a hablar, al ser de cocina tradicional, comparten algunos platos en sus cartas; e intentaré explicarlos sin que ello signifique necesariamente que en uno me gustase más que en el otro, sino porque no quiero repetirme en las descripciones.
      El primero que visité en orden cronológico fue “La Mar Brava”, sito en la calle Ramón Sanz de Adana y con la familia Chumpitaz como propietaria. Gente de El Callao, así que de pescado saben.
      El local es pequeño y se nota a todas luces que fue un bar de barrio, e incluso no excesivamente bien tratado. Y un tanto difícil de localizar de primeras.
      Daniel, el cocinero, es una persona sumamente agradable y competente en los fogones, y se está aplicando en reformarlo al tiempo que da de comer a un montón de gente. También supimos después que es un consumado bailarín de danzas tradicionales de su país, y varios títulos de “campeón de baile” adornan una de las columnas del local.
      No está de más reservar mesa en el tfn. 942 140 631 por si las flys, sobre todo los fines de semana y las “horas punta”, aunque da de comer a todas horas desde la una del mediodía.
      Probablemente os atienda Laura, su esposa, que se encarga de las mesas y la barra y os explicará en qué consisten los platos.
      Allá que me presenté la primera vez para mi bautismo gastronómico peruano con dos amigos con el fin de invitarles, pues por esas fechas la Tierra dio otra vuelta completa sobre su elipse y se conmemoró la fecha que yo denomino “Otro Clavo en mi Ataúd” y que otros llaman “Cumpleaños”.
      Dada nuestra ignorancia dijimos a Laura que nos diese de comer como quisiera, y rápidamente nos preguntó: “¿Tienen hambre?”.
      La verdad es que si había, y respondimos afirmativamente y muy contentos. Error.
      Ya expliqué en la entrada anterior que las raciones son de tipo “3XL”, y cuando nos sirvieron los primeros nos dimos cuenta de que no saldríamos fácilmente de allí.
      Compartimos las raciones, y de primeras nos llegó lo que se puede considerar un plato-degustación: una RONDA MARINA, compuesta por una ración de CEBICHE (o “CEVICHE”, en eso no se ponen de acuerdo), del (no “la”) CHAUFA, un riquísimo arroz suelto perfumado y con un sabroso toque cítrico y sus “tropiezos” y LOMO SALTADO, tiras de lomo de cerdo asado con patatas fritas y un huevo frito coronándolo todo.
      Otro plato también clásico es el llamado AEROPUERTO, donde también se nota la influencia de gastronomía de la numerosa emigración china y japonesa a Perú. Son productos típicamente de cocina oriental al gusto peruano, que incluye rebozados que recuerdan la tempura.
      Se compone de un totum revolutum de arroz, fideo chino, pechuga de pollo y cerdo fritos y tortilla francesa troceada. Muy bueno.
      Acompañamos la comida con cerveza “Cusqueña” en sus dos variedades, rubia y negra, y no me pareció gran cosa ninguna de las dos. Demasiado dulces y flojas.
      Daniel, el cocinero y propietario, salió a contemplar nuestra derrota, y exclamó: “¡Venció Perú!”. Reímos.
      Saciados y satisfechos hablamos un rato con él y nos dijo algo que yo había oído por ahí y es que la cocina peruana se está poniendo de moda en el Viejo Continente, y que su representante más conocido es Gastón Acurio, que triunfa en Madrid y en Europa y al que incluso quisieron proponer para Presidente del Gobierno peruano –no me extrañó demasiado, recordé al nuestro y…- que le proporcionó una anécdota sin querer: el mismísimo Acurio le felicitó en un tweet en su inauguración (y creo que no suele hacerlo), y desde entonces el bueno de Daniel tiene centenares de “seguidores” por todos lugares.
      La segunda vez fui solo, y me pedí un CEBICHE MIXTO de entrada. Fabuloso.
      Perdón, ¿dije “fabuloso”?. Pues no, FA-BU-LO-SO es más exacto.
      Servido en una especie de “navío de loza” sobre conchas marinas con patata cocida y dos clases de maíz y un vaso de “chupito” con el líquido del marinado. Juro por Odín que no he comido cosa igual. Y conste que me gusta el pescado de siempre y lo como con frecuencia.
      Tuve la suerte de que me acompañase en la mesa mientras comía él mismo y solo diré que hablar fue un placer y me enseñó cosas absolutamente desconocidas para mi, y calificó a su local como un con una expresión peruana que dice mucho: “WARIQUE”, que viene a significar “local semi-escondido y bueno”. Ya os dije que es incluso un tanto difícil de encontrar.
      De segundo (uno no escarmienta) me fue servido un magnífico POLLO ASADO con YUCA FRITA y ENSALADA; con una salsa de mahonesa ligera y otra de ají suave; pollo que el mismo Daniel macera previamente en un preparado absolutamente secreto y confidencial que según me contó solo pasará a sus hijos, María Laura y el pequeño y simpático Santiago.
      Excelente y muy recomendable. Sin más ni menos.
      Curioseando por allí pude ver lo que sirven como raciones para picar o entrantes, y me entre todos me llamaron la atención los TAMALITOS, que consisten en una masa de maíz (CHOCLO) rellena de carne, cerdo, pescado o pollo con huevo, ají y cacahuete, servido atado en una hoja de plátano enrollada. Otra vez será.
      Respecto a los postres –que decididamente no son lo mío- me llamaron la atención los caseros, entre los que se encuentra el SUSPIRO A LA LIMEÑA, una especie de dulce de leche o crema catalana con merengue cubriéndolo y flambeado posteriormente; y el ARROZ CON LECHE Y MAZAMORRA MORADA, el típico arroz con un budín de piña y manzana.
      También tiene una pequeña carta de cócteles basados en el licor nacional, el PISCO, pero decididamente tampoco es lo mío.
      En mi opinión merece mucho la pena conocerlo y degustar sus platos; y conste que no me une ningún tipo de relación familiar ni de negocios con ellos. Eso si, mi amistad la tienen, pero por méritos propios: son encantadores y muy amables.
      Me queda un tanto lejos, pero volveré pronto. Vaya si volveré.

By Nacho.

     
     

Déjame que te cuente Limeña Parte (I) por Nacho

Pues bien, por fin de un motón de e-mail, ruegos y demás empujones, nuestro amigo Nacho se anima a escribir una vez más para nosotros. Eso sí, esta vez no es un parto de los suyos, sino sus sensaciones de los restaurantes peruanos que se encuentran en Santander y que él conoce, así que sin más allá vamos:

“Déjame que te cuente, limeña…” (I)

      Tengo un gran amigo muy viajero, se llama José. Un amigo de esos tan excelentes que, en realidad, nunca llegas a saber por qué sigue siendo tu próximo durante tanto tiempo y de los que te suben la moral, pues te hacen pensar que algo bueno tendrás cuando alguien como él te sigue queriendo año tras año y década tras década.
      Él me inició en la comida vietnamita, por ejemplo, que también adoro. Él estuvo allí y en nuestros viajes por Francia – yo jamás me alejé tanto- siempre buscaba y me enseñó a buscar restaurantes anamitas y tonkineses que le recordaban un país que le fascinó como ninguno y que me enseño a querer en la distancia.
      También es de los míos. De los que afirmamos que “donde fueres, haz lo que vieres” y no se echa atrás cuando es invitado en algún país a participar en algo propio de allí, aunque supongo que no haya practicado el canibalismo ni espero que se haya afiliado ni siquiera temporalmente al Ku-Klux-Klan o al Estado Islámico.
      Se dio una larga vuelta por Perú, Ecuador y otros países sudamericanos, y siempre me dijo: “Conociéndote, a ti el cebiche te va a encantar…”. Pasaron años hasta que pude confirmarlo, pero de nuevo tenía razón. Y no solo el cebiche.
      Dado que mi época viajera terminó hace mucho y me temo que he echado sólidas raíces aquí, he tenido que esperar a conocer a inmigrantes para conocer su forma de ser y de vida que, aunque mediatizada por su llegada, conserva mucho de sus países de origen.
      Soy declaradamente “xenófilo”, y siempre miro –al menos de entrada- con simpatía a cualquier extranjero que se cruza en mi camino y también siempre procuro facilitarles las cosas; lo que me ha llevado a poder presumir de que he hecho amistades de todas las razas y de todos los continentes. Y de entre todos ellos unos de mis favoritos vienen de Perú.
      No voy a hablar aquí de otras cosas que de su gastronomía, pero me parecen muy buena gente y encantadores para conocer, invitar y charlar.
      Fruto de esas charlas puedo afirmar que conozco a tres mujeres limeñas que viven aquí, y de las que he aprendido mucho de muchas cosas; y de su comida… ¡Bueno!.
      Ellas me han contado qué restaurantes peruanos merecen la pena y cuáles no tanto de los 12 (¡doce!, yo tampoco lo imaginaba) que hay en Santander; y han hecho que me declare “fan incondicional” de su platos.
      Conozco solo dos. Se que no es mucho, pero según me contaron son los más cercanos  y significativos a la comida habitual de allá.
      Si esperas modernidades y “ferraadriádas” mejor no vayas. Sirven exclusivamente comida honrada, sabrosa y popular hecha y servida con cariño; y te hacen afirmarte en que volverás.
      Los nombres de los platos son curiosos y extraños, e indican poco o nada al no iniciado de lo que se componen a pesar de todas las indicaciones que mis amigas me dieron; pero tened la seguridad de que seréis atendidos con algo más que amabilidad y os explicarán todo con detalle y con el orgullo de lo hecho con cariño y profesionalidad.
      No son caros en modo alguno y –muy, pero que muy importante- , tened cuidado con los nombres sugerentes y extraños: se refieren a cantidades ingentes de comida por ración.
Y lo digo muy en serio. Hasta el punto de preguntar a una amable chica que nos sirvió en uno de ellos si habían considerado poner medias raciones (tampoco estaría mal el pensar en “1/3 de ración” dadas las cantidades), a lo que nos respondió que sus clientes peruanos se sentirían poco menos que ofendidos si las cantidades no fuesen las servidas, y añadió: “A veces en Perú comemos por comer…”.
      Esto me hizo elaborar una teoría sobre la marcha tras ver la cantidad de sabrosa comida que quedó en ambos casos, y que se me formuló así: “Sin duda los descubridores del Virreinato del Perú fueron extremeños y andaluces, pero no me cabe duda de que sus colonizadores fueron vascos. Concretamente del mismísimo centro de Bilbao”.
      Si. Les gusta la comida a los peruanos.
 (En una segunda entrada escribiré sobre los dos restaurantes visitados. Por favor, dadme tiempo pues voy a volver a probar más platos. Gracias).